Pan y circo

Un imperio no se construye a base de compasión y los romanos fardaban de ello.  Por ello proveían diversión y espectaculares contiendas a una ciudad sedienta de sangre. Así emergió -de las canteras de piedra caliza de Tívoli-, el anfiteatro Flavio. Escenario para guerreros, delincuentes, animales exóticos y  el delirio por las apuestas.

El Coliseo fue inaugurado en el año 80 después de Cristo y en el festín murieron cinco mil animales y un número desconocido de hombres. Teniendo como atractivo principal los espectaculares combates de gladiadores, el anfiteatro Flavio o Coliseo, corazón del espectáculo romano, albergaba de 50,000 a 80,000 espectadores.

El pueblo estaba necesitado de un entretenimiento que les hiciera recordar lo grande que era ser romano. De hecho, el desprecio que el satírico Juvenal sentía por la afición del pueblo romano al pan y circo es citado a menudo por los críticos que no pueden imaginar las privaciones de la miseria urbana ni el aburrimiento del desempleo.

Espacio escénico y dramático

Cinco siglos duraron las carnicerías dentro de las dimensiones del Coliseo. Con 48 metros de alto, 188 de largo y 156 de ancho, este edificio fue la sede de la muerte. Se sacrificaron ahí decenas de miles de gladiadores, prisioneros de guerra, criminales y animales exóticos. Un lugar de reunión donde ni el velarium, hecho con toneladas de tela, podía ocultar al sol el olor de la sangre.

Por los laberínticos pasillos subterráneos del hipogeo, corrían y se atropellaban gladiadores, presos y técnicos. Mientras tanto, las trampillas y los elevadores transportaban a la arena bestias traídas de países conquistados. Animales exóticos y fieras buscaban -aturdidas- la luz y arremetían contra todo lo que se interpusiera en su camino.

El show

Los espectáculos públicos fueron más que un consuelo para los pocos privilegiados. El espectáculo era un aspecto extremadamente importante de la vida y de las relaciones sociales de Roma. Los promotores eran dignatarios locales. Con los espectáculos del Coliseo hacían valer su riqueza y prestigio social en rivalidad con sus vecinos. Además, establecían su patronazgo por encima de la gente común, siendo aclamados durante los combates.

Gladiadores, tramoyistas, cuidadores de animales y las propias bestias recorrieron los  pasillos del hipogeo. El ambiente de preparación constituía una parte fascinante del espectáculo. Pues los participantes eran transportados con elevadores y montacargas, que subían a la arena a través de poleas. Estas acciones creaban la atmósfera que hipnotizaba al romano y le hacía sucumbir ante el poderío del imperio.

El público

La entrada era libre y se organizaba por medio de números que separaban a los espectadores según su clase social. Los mejores asientos, en primera fila, estaban destinados a los senadores cuyos nombres se grababan en algunas piedras. En ese primer nivel, en plataformas de mármol y protegidas por redes y barras de acero, los emperadores disfrutaban del espectáculo acompañados por la nobleza.

En el segundo nivel, la clase media; y la clase baja en el tercero. Las mujeres, los pobres y los esclavos, estaban destinados al cuarto y último nivel. Los ciudadanos ricos que costearon la reconstrucción del coliseo después del terremoto, mandaron hacer inscripciones de sus nombres en las paredes del teatro, a modo de publicidad de su patrocinio. Gracias al sistema de vomitoria, el anfiteatro se podía vaciar en 12 minutos: la gente se levantaba iba a la salida más cercana y salía por la circunferencia para dispersarse por la gran ciudad.

Las estrellas

En el Coliseo, el combate de gladiadores se convirtió en un espectáculo de masas, aunque existiera desde la época etrusca cuatro siglos antes. Más de cincuenta mil personas iban a ver a los gladiadores combatir, sufrir y morir. Los juegos duraban del amanecer al anochecer y primero se crucificaba a los criminales, obligados por los funcionarios a interpretar farsas para hacer más entretenidas las ejecuciones. La diferencia con el teatro era, básicamente, que se les mataba de verdad.

Los gladiadores eran el centro del espectáculo, con más de 20 diferentes estilos de lucha, representaban las técnicas de ejércitos que habían conquistado en las guerras. Un ejemplo era el estilo samnita con espada, escudo oblongo y yelmo con cimera. Los romanos disfrutaban de la variedad.

Los gladiadores heridos pedían clemencia por su vida y el público, según su destreza en la lucha, votaba para conceder o negar el indulto; pero era el emperador el que decidía en última instancia. Había médicos y esclavos armados con hierros ardientes destinados a confirmar la muerte de los vencidos, pues algunos fingían para salir con vida de ahí.

No todos los combates  de gladiadores terminaban en muerte, pues era caro el entrenamiento y mantenimiento de los mismos. Algunos gladiadores solo luchaban dos veces al año y podían tener una larga carrera. Eran las grandes estrellas de la época, algunos romanos juraban voluntariamente luchar hasta la muerte con tal de tener la oportunidad de combatir.

Teatro de sangre

En el imperio de la crueldad, el público amaba a Roma y rugía ante su teatro de sangre. Había algo hipnótico y adictivo en este tipo de diversión; incluso personalidades religiosas sucumbieron al espectáculo y se volvieron adictas a las matanzas. Así, el coliseo albergó cinco siglos de matanzas coreadas por personas que se sentían con el derecho a disfrutar e incluso decidir en las ejecuciones de otras personas.

El coliseo sufrió un incendio en el año 217 que destruyó el tejado, el suelo y la estructura subterránea, derritiendo la piedra caliza. Los obreros trabajaron 20 años para reconstruirlo, el doble de su tiempo de construcción. El declive del edificio, los gladiadores y los juegos en los siglos IV y V se debió principalmente a que Roma ya no tenía dinero para costear este tipo de espectáculos tan caros.

Además, los cristianos aborrecían los juegos de gladiadores y, hacia el 404, los juegos fueron finalmente prohibidos. Aunque el Coliseo siguió abierto un siglo más, ofreciendo luchas de animales domésticos que cada vez atraían a menos público. La noción de espectáculo había cambiado y se parecía más a lo que nosotros entendemos hoy por circo.

La ruina

El Coliseo fue saqueado por constructores locales. De sus ruinas se construyeron muchos edificios de la Roma renacentista. En la Edad Media se usó como fábrica de lana, pólvora, vertedero y santuario cristiano. Hasta que a finales del siglo XVIII recuperó su fama y se convirtió en una parada oficial en el gran tour europeo, y símbolo del romanticismo en el siglo XIX.

Aun así, con 1900 años de antigüedad y 1500 de ellos en ruinas, el otrora anfiteatro Flavio sigue haciendo volar la imaginación. Su pasado como símbolo del antiguo imperio romano y su crueldad, lo hacen documento arquitectónico

Y si al final resulta que Roma caerá cuando se derrumbe el Coliseo; y que con Roma caerá el mundo, es la hora de temer. Temamos, pues el mundo tiene ya grietas añejas que, por más que intentemos restaurar, nos llevarán al colapso y la extinción.

 

Ricardo Mena Rosado