Manda foto de bíceps, escribe JL por el chat.

En Grindr se trafica con genitales; de bíceps no tienes. Arremangas tu sudadera y aprovechas la luz de la nevera de carnes, arrasada por la histeria antes de que llegaras al súper: brazo Popeye, clic, enviar.

Casa de campo. Merendero pasando rotonda. Cerca lago. 20min, te responde.

Sueltas las bolsas medio llenas en el pasillo. Una empleada te increpa, pero seis persañas caen sobre tu compra y la reponedora se entretiene con ellas. ¡Un metro de distancia, señores! Persañas, no escuchar; solo arramplar. La pandemia no intimida a los runners, abundan fuera. JL te sonríe bajo la mascarilla que le cubre media cara. Quiere grabar una sesión de arm wrestling con su Iphone. Vences tú, alto y fuerte. A su cuerpo diminuto le regalas la segunda victoria. Pero el vídeo muestra tu cara, y le ordenas que lo borre. Conduces al pigmeo enmascarado hacia los árboles con la fuerza de tu bíceps ganador. Atrás quedan las bolsas con sus provisiones y el patinete pintado con pan de oro. Lejos de la trinchera sexual de la hecatombe, reponedoras y cajeras bolivianas son devoradas por jaurías hambrientas de persañas.

 

 

Ricardo Mena Rosado.

Relato confinado para la convocatoria de BlackieBooks, cuando el confinamiento apenas comenzaba. Consigna: 200 palabras escritas en interior hablando del exterior.