El Teatro Íntimo de August Strindberg

Algo huele a podrido en Dinamarca

Después del fallido intento por fundar su propio teatro en Dinamarca, Strindberg vuelve a Estocolmo en 1899 y se instala definitivamente ahí. De la mano de sus nuevas producciones literarias como Infierno, La danza de la muerte, o La sonata de los espectros, el también pintor y fotógrafo fue desarrollando un experimento al que llamó teatro íntimo.

Su intención era hacer montajes de sus obras con un carácter más personal, que incluso requerían variar algunas técnicas interpretativas con el fin de adaptarse al peculiar espacio. No obstante, también se representaron en este recinto obras de autores invitados o que colaboraron con Strindberg.

Aunque el teatro se cerró después de la muerte del dramaturgo en 1912, tuvo una corta pero fructífera vida entre 1907 y 1910. Aproximadamente 25 obras de Strindberg se representaron en el Teatro Íntimo, sumando un total de 2,500 representaciones entre las que destacan Pascua, La sonata de los espectros y La señorita Julia.

El quirófano nowadays

Actualmente el teatro se alquila (de día por 1000 coronas suecas y de noche por 1,500) para eventos particulares y consta de una sala con aproximadamente 100 butacas. La organización que se encarga de administrar el -ya nada íntimo- teatro, sirve pastel y café durante las funciones y seminarios para las que se alquila.

Mirando un siglo atrás, retomamos la médula que sostenía el teatro íntimo de Strindberg y nos topamos cara a cara con un fin sencillo: lo pequeño. El detalle que hace del hombre y la mujer dos seres enfrentados en sus diminutas -y a la vez masivas- diferencias internas. El teatro íntimo surge como un quirófano en donde el dramaturgo y su equipo de colaboradores diseccionan a sus personajes con un bisturí.

El escenario es la jaula, y los actores los conejillos de indias. Los personajes luchan, se destazan, se desangran. Gana quien vive, pierde quien muere. Aunque a veces también se sobrevive como parásito del personaje más fuerte.

Una de las razones fundamentales para que la estructura física del teatro fuera tan sencilla, era que en ocasiones, Strindberg se dejaba llevar completamente por el azar a la hora de escribir. A veces concebía los escenarios antes de plasmar el texto dramático y se podía decir que veía su obra antes de plasmar las primeras líneas.

En una ocasión, para el montaje de La sonata de los espectros, el dramaturgo hizo colgar en las paredes dos réplicas de La isla de los muertos, de Arnold Böcklin, una pintura con la que se confesó obsesionado. Su idea era ofrecer a los vivos (la audiencia) una isla a donde ir en el momento de su muerte.

Las sonatas

Para el Teatro Íntimo, August Strindberg escribió piezas de cámara a las que también llamaba cariñosamente sonatas, aludiendo a Beethoven, a quien veneraba. El dramaturgo quería contar las cosas desde una perspectiva diferente, que rompiese con lo clásico y establecido; y esto causó la corta vida de su teatro.

Escribía peculiares piezas despojándolas de actos y entreactos y demás convenciones teatrales. Para que volara la imaginación. Y que el espectador se sintiera cirujano, con la posibilidad de hacer disecciones en los personajes.

Con una disposición espacial fuera de lo común (escenario redondo, actualmente giratorio) a principios del siglo XX, la dirección de actores y los decorados cobraron aún más relevancia. Strindberg tenía ideas innovadoras que involucraban juegos de luces y color, propugnando por un cambio en los escenarios pintados y estáticos.

Encontró incluso en el Teatro Íntimo, la oportunidad para montar obras que antes no había representado, como El sueño, y esta posibilidad le abrió un horizonte creativo ya que la naturaleza de la obra mencionada no obedece leyes de espacio ni tiempo.

Strindberg antisocial

¿Por qué solamente un grupo reducido?

¿Una audiencia selecta?

La respuesta es sencilla: Strindberg despreciaba profundamente a la sociedad y las instituciones, sobre todo el matrimonio. Así que, la idea de reunir a un número reducido de gente para compartir lo que él quería contar, representaba básicamente  su deseo de no pertenecer. De no renunciar a sí mismo por decir lo que la sociedad espera y aprueba.

Carlos Rull, subraya este aspecto cuando cita en su blog un parlamento de El Pelícano:

fui aprendiendo a decir lo que no pensaba, es decir, me fui preparando para hacer mi entrada en sociedad.

Este dramaturgo sueco, autor de piezas que sentaron las bases del naturalismo, reflejaba su universo interior sobre la escena, y así la concebía: pequeña e íntima. Un ambiente que permitiera la mirada hacia el interior. Recordemos que asistimos a una cirugía y una distracción mínima puede ser mortal.

Pintura caótica

Un ensayo sobre la pintura de Strindberg subraya aspectos caóticos en su vida, como profundas crisis durante las cuales se dedicaba a pintar. Los motivos eran casi siempre los mismos: paisajes marítimos y olas rompiendo en las rocas. Una experta concluía que los mensajes pictóricos del dramaturgo eran muy sencillos: algunas personas están condenadas a sufrir, a vivir una eterna crisis.

Esto nos centra de nuevo en el naturalismo y en la visión de un hombre eternamente perseguido por sus propios fantasmas: sus padres, esposas, hijos y enemigos. Un artista que encontró en su teatro íntimo, una forma de poner al mundo como testigo de su continuo caos. Un caos profundamente maravilloso.

 

Ricardo Mena Rosado