Hay bellezas que lastiman.
Que las miras y te aplastan.
Tanto abrasan tu retina, como fraguan una espada.
Para cortar tu cabeza, mutilar a tus hijos y segar campos de lava.
Hay bellezas que aniquilan: destrucción de fuego y armas.
Y tú, ciego, boca abierta y mano alzada.
Te tropiezas, tartamudo, y vas montando la carpa donde exhibes al payaso que alimenta la fogata.