Tags: Literatura

Cada uno un bisturí

El Teatro Íntimo de August Strindberg Algo huele a podrido en Dinamarca Después del fallido intento por fundar su propio teatro en Dinamarca, Strindberg vuelve a Estocolmo en 1899 y se instala definitivamente ahí. De la mano de sus nuevas producciones literarias como Infierno, La danza de la muerte, o La sonata de los espectros, el también pintor y fotógrafo fue desarrollando un experimento al que llamó teatro íntimo. Su intención era hacer montajes de sus obras con un carácter más personal, que incluso requerían variar algunas técnicas interpretativas con el fin de adaptarse al peculiar espacio. No obstante, también...
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Alejandro Sawa: el esperpento estrella de Valle Inclán

Larva humana A Alejandro Sawa se le conoce como el bohemio heroico, porque vivió la verdadera bohemia parisina y no la golfemia que siempre rechazó. Se negó a prostituir su pluma y a dejarse sobornar, hasta que la miseria le arrojó a los ambiciosos tentáculos de  un  Rubén Darío inmisericorde. Sawa, mitad sevillano y mitad griego, llegó a verse a sí mismo deformado, como una extensa larva humana.  Y de su deformación, surgió el esperpéntico Max Estrella. Valle Inclán vio a Alejandro Sawa en su lecho de muerte. Su amigo postrado y vencido por la ceguera, la locura y el...
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Estaca

Los árboles Esos dardos lanzados a la tierra Por una fuerza superior a ti y a mí. Flechas fuertes, fulminantes Enquistadas en la piel del mundo Silenciosa Silenciosa cópula y eterna. Coge un lápiz Estaca pequeñoburguesa Mediocre Y entierra el grafito de su lengua En la palma de tu mano izquierda Para que nunca escribas sin dolor. Y no olvides Que las minas con que escribes Son jirones De la piel de aquellos árboles Lanzados A la diana de la tierra por los dioses Que castigan a quien pinta nimiedades En las hojas Esas ramas, las raíces y las copas...
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Payaso

Hay bellezas que lastiman. Que las miras y te aplastan. Tanto abrasan tu retina, como fraguan una espada. Para cortar tu cabeza,  mutilar a tus hijos y segar campos de lava. Hay bellezas que aniquilan: destrucción de fuego y armas. Y tú, ciego, boca abierta y mano alzada. Te tropiezas, tartamudo, y vas montando la carpa donde exhibes al payaso que alimenta la fogata.
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Cadáver

Cadáver exquisito -de allá por 2014, puede ser-   Era una mujer sin ningún tipo de dientes. Aun así era atractiva y lo sabía. Lo que ignoraba era el poder que residía en su interior. Siempre le preocupó la opinión de sus amigos, familiares y vecinos. ¿Qué haré con las miradas que se clavan buscando la parte más fina de mi carne? Decidió cortarse el cabello y hacer que su trenza cayera al suelo. Un anciano que caminaba a su lado se pegó un ostión que pa qué. Pero se levantó de un salto y le agarró del brazo. Tiró...
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Creo que vamos a llorar

  Estaremos frente a frente en la terraza del bar, con ganas locas de abrazarnos, acariciarnos y olernos muy cerca. Pero vamos a dudar y seremos torpes en nuestros movimientos. Tendremos agujetas  en los brazos y parálisis en los labios cuando intentemos besar. Y esa duda en la terraza, mientras nos traen la cerveza y el vermut, ese momento de titubeo absurdo nos hará sentir ridículos, robóticos, colwnescos y tendremos el impulso de reírnos pero vamos a llorar. Por todo lo que murió. No solo la carne. También el éter. Los paseos que no dimos, el sexo que cancelamos, los...
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Oprobio

fragmento   Arden los ojos secos. Alguno de nosotros chasquea la lengua, vete a saber quién. Otro está matando con metralleta. Hablo en masculino. Con O, cerrado. Solo por generalizar. Mi hombro derecho está rodeado por un dolor invisible que habla fuerte. El gallego viste un polo verde. Antes de que llegara la comida se pasó un buen rato con el cuello girado, en una torsión hambrienta. Sin reparar en quienes admirábamos su descaro. Nadie sabe lo que es el otro. Por mucho que te aprendas las acepciones más chingonas del diccionario de sinónimos. Ni tú puedes definir mi imagen...
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Los retazos

Fragmentos de relatos y poemas de Ricardo Mena Rosado   La asamblea de los jabalís Vuelves a la mujer joven que lleva el carrito del bebé. Alguien que no eres tú le cede su asiento. ¿Por qué no le has cedido tú el asiento? Miras al bebé chuparse los dedos mientras la mujer juguetea con sus minúsculos pies, y piensas: ojalá se ahogara en un vómito espontáneo y yo pudiera salvarlo poniéndolo de cabeza o boca abajo. Sería un héroe. Quizá hasta ligaría. Ahora que vengo moreno de la playa, tengo la cara perfecta para ligar. Vamos, que se ahogue...
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